sábado, 27 de marzo de 2010

El Crítico de arte (con Minúscula)

¿Podemos hoy seguir hablando del Arte (con mayúscula)? Si y no. Si, cuando hablamos de la Historia del Arte, de la Teoría del Arte, de las Academias, de la Ciencia del Arte, de la Filosofía del Arte. Arte (con mayúscula) es la definición del arte (con minúscula), es el intento de aprehenderla, de significarla, de caraturarla, de hacerla comprensible para todos... o para algunos...

El Fauvismo, el Cubismo, el Expresionismo, el Futurismo son academicistas. Proponen una nueva técnica, una nueva temática, una nueva visión del Arte (con mayúscula) pero, a través de ellos, el Academicismo sobrevive gracias a la insistencia en el lenguaje del Arte. El Arte tiene que tener un lenguaje, ya sea universal o particular, pero que siempre establezca una relación de intención - interpretación o, más simplemente, de codificación - decodificación basada en signos acordados. Acordados con un público particular, de acuerdo a los criterios críticos, sujetos a la inserción en la Historia del Arte, objeto de definición filosófica o prueba científica. ¿Por qué esperamos que el Dadá nos responda? ¿O que el Dadá sea una respuesta? ¿Por qué el ser humano sigue sintiendo la necesidad de clasificar la vida? ¿Hay una solución para cada cosa? ¿Hay una solución para todo? ¿Nos hacemos las preguntas correctas? ¿Por qué tiene que haber una respuesta para cada pregunta?

Probablemente y, sin intenciones, Dadá haya dado con una sola respuesta correcta: ¡dudemos! ¿De qué? De todo. De todo lo artificial, lo catalogado, lo titulado, lo acordado, lo “lenguajizado”. Creamos sólamente en nuestras esencias, en lo que se nos hace natural, en lo que gozamos, en lo que sentimos, en lo que comunica sin necesidad de un lenguaje. Creamos en lo que manifiesta la vida, el devenir. ¿Se puede encasillar la vida, explicar su goce, la felicidad o la injusticia del estar vivos? Volviendo a mi pregunta inicial sobre si podemos seguir hablando del Arte (con mayúscula), la respuesta es “no”. Si queremos vivir el arte, la vida, debemos tomarla como un presente. Si la encasillamos, encasillamos la vida y hacemos de ambas un pasado.

Entonces, ¿qué misión le espera al crítico de Arte (con mayúscula)? Ninguna. Como bien decía Arthur Danto, el fin del Arte (con mayúscula) es el fin del relato que ha desplegado la historia y la filosofía del arte a lo largo de siglos sobre estilos y manifiestos buenos versus malos. Los promotores Dadá se le anticiparon por 70 años, pena que tuvieran que acudir a la herramienta del manifiesto y no confiaran exclusivamente en el poder de sus obras, con el urinal de Mutt hubiera bastado.

Pero al crítico de arte (con minúscula) le espera una ambiciosa empresa: elaborar una obra de arte que responda a la misma necesidad que la obra de arte contemplada.

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